Hace 3 o 4 semanas que la perrita de la casa (Ema) estaba decaída, ya estaba viejita y ciega de un ojo, con metástasis y empeorando. Desde entonces no la dejamos salir al patio a no ser que fuera necesario, porque este frío no la ayudaría.
Hace una semana, hablando con el veterinario estuvimos pensando en ponerla a dormir, porque nadie quiere ver a un perro sufrir sin necesidad, pero lo aplazamos. Hasta el viernes, en que ya no se paraba, no comía ni hacia caso, cuando lograba caminar lo hacia de una manera muy extraña, entonces supimos que ya era hora.
De todos quienes vivimos aquí en la casa yo era quien menos tiempo estuve con ella, la más alejada a ella podría decirse, por lo mismo nunca creí que fuera a ser tan difícil dejarla partir. Llegó el veterinario y la llevamos al patio, la preparamos y nos despedimos, no dejé de hacerle cariño para que supiera que todo estaba bien y porque si yo hubiese sido ella, me habría hecho sentir mucho mejor el saber que mi familia humana estaba a mi lado acompañándome.
El doctor hizo lo suyo y vimos dormirse lentamente a la Ema, mientras yo me preguntaba qué pasaba por su cabeza, si entendía lo que estaba ocurriendo o si sentía alguna clase de dolor. De un momento a otro, ya no estaba y empecé a llorar, no porque nos dejara, sino porque sabia que había dejado de sufrir y que estaría en un lugar mejor.
Este post es para ella, por todo lo que nos entregó estos años, por el cariño y por cuidarnos, porque para nosotros fue perfecta.
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